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domingo, 31 de agosto de 2025
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domingo, 24 de agosto de 2025
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miércoles, 12 de marzo de 2025
La ensalada de palabras del petrismo
En el discurso político contemporáneo, especialmente en el entorno del petrismo, se ha hecho evidente el uso de una técnica discursiva que recuerda a la "ensalada de palabras". Este concepto, proveniente de la psiquiatría, describe un discurso carente de coherencia, en el que las frases parecen no tener conexión lógica y se utilizan de manera confusa. Más allá de una simple falta de estructuración, esta estrategia puede emplearse con una intención clara: generar caos para evitar el debate racional y desviar la atención de los problemas centrales.
La ensalada de palabras es una herramienta efectiva cuando se busca manipular la conversación y confundir al interlocutor. En el petrismo, esto se ha convertido en una práctica recurrente. A través de discursos llenos de retórica vacía, afirmaciones contradictorias y cambios constantes de posición, los líderes petristas evitan asumir responsabilidades y consiguen que sus críticos queden atrapados en debates estériles.
Uno de los rasgos más comunes de la ensalada de palabras en el petrismo es la conversación circular. Se pueden plantear críticas legítimas sobre la situación económica, social o política del país, pero la respuesta será siempre una vuelta al mismo discurso, ignorando los argumentos presentados. Por ejemplo, si se señala el aumento del desempleo, la respuesta puede ser una diatriba sobre el "neoliberalismo salvaje", sin nunca abordar directamente el problema de la falta de oportunidades laborales.
Otra técnica utilizada es la proyección: acusar a los críticos de los mismos vicios que caracterizan su propio discurso. Se acusa a la oposición de "desinformar", cuando son ellos quienes lanzan afirmaciones sin sustento. Se presentan como víctimas de una "guerra mediática", a pesar de contar con plataformas de comunicación aliadas que amplifican su mensaje.
El petrismo también se vale del caos como herramienta política. Los cambios bruscos en la dirección del gobierno, los anuncios contradictorios y las reformas sin una planeación clara generan un ambiente de incertidumbre constante. Este desorden no es accidental: al mantener a la población en un estado de confusión, se dificulta la organización de una oposición efectiva.
El uso de la ensalada de palabras en el petrismo no es un fenómeno aislado, sino una estrategia deliberada para desviar la atención, evitar el debate racional y consolidar su poder. En los próximos meses, es previsible que esta estrategia se intensifique a medida que se acerquen las elecciones de 2026. La clave para contrarrestarla está en identificar estas tácticas y exigir claridad y coherencia en el discurso político.
jueves, 16 de enero de 2025
De las Barras Bravas y Otros Demonios.
Por Luis Ernesto Ramírez Hernández
La pasión desbordada es una constante en la historia humana, capaz de elevarnos a alturas insospechadas o de arrastrarnos a las más bajas miserias. Gabriel García Márquez capturó esa dualidad en Del amor y otros demonios, donde la línea entre la locura y el amor se difumina hasta la obsesión. Esa misma lógica parece aplicarse, de manera perturbadora, en la violencia que emana de las barras bravas en el deporte y en la política, donde las emociones se desbordan en formas tóxicas que trascienden la simple lealtad y se convierten en agresiones irracionales.
En Colombia, como en muchas otras partes del mundo, las barras bravas no solo representan una parte colorida del espectáculo futbolístico, sino que han evolucionado hasta convertirse en verdaderos agentes de caos y violencia. La reciente situación en Medellín, donde un miembro de las barras generó disturbios que resultaron en sanciones al equipo local, pone de manifiesto un problema más amplio: ¿Hasta qué punto la pasión desmedida justifica la violencia?
Las autoridades han intentado frenar estos excesos con regulaciones y restricciones, desde cerrar fronteras hasta prohibir la entrada a los estadios. Sin embargo, el problema de fondo sigue sin resolverse: la pérdida del pensamiento crítico en aquellos que se dejan llevar por la pasión irracional. La barra brava no es solo un grupo de seguidores; es una manifestación de la ausencia de raciocinio colectivo, un espacio donde el individuo pierde su identidad para sumergirse en una masa guiada por la emoción y la agresión.
Esta lógica no se limita al fútbol. La política en Colombia ha sido, y continúa siendo, un campo de batalla donde las barras bravas han encontrado un nuevo terreno para desplegar su violencia, aunque ahora en forma de agresión verbal y cibernética. Alguno miembros del Pacto Histórico y del Centro Democrático, por mencionar solo dos ejemplos, actúan como si estuvieran en una cancha de fútbol, lanzándose ataques inclementes y sin fin. La crítica política ha sido reemplazada por la etiqueta fácil, la fake news y el insulto personal.
Lo preocupante es que esta dinámica ha llevado a una polarización social que recuerda los momentos más oscuros de la historia. El pensamiento crítico se ha desvanecido entre las filas de aquellos que, cegados por su devoción a líderes carismáticos, no permiten ni siquiera el más mínimo cuestionamiento. Atacar a su líder es, para ellos, atacarlos a ellos mismos. Esta simbiosis entre seguidor y líder, donde cualquier crítica se convierte en una ofensa personal, es peligrosamente similar al fanatismo religioso, donde el líder es visto como un mesías intocable.
La violencia, en cualquier forma, es inaceptable. No hay violencia buena o mala, solo violencia. Lo mismo debe aplicarse al terreno de la política: el uso del lenguaje violento, del ataque personal y de la deshumanización del contrario es una forma de violencia que debe ser proscrita en cualquier sociedad que aspire a ser democrática.
Vivimos en tiempos donde la opinión pública debería ser responsable, tanto en la esfera política como en la social. Sin embargo, lo que observamos es un incremento en los ataques irracionales, una incapacidad para aceptar la divergencia de pensamiento. Nos estamos sumergiendo en una espiral donde solo tienen cabida aquellos que piensan igual, eliminando cualquier espacio para el diálogo constructivo. Esto es alarmante, ya que una sociedad que no puede convivir con las diferencias está condenada al totalitarismo.
El reto que enfrentamos como sociedad es aprender a convivir con opiniones diversas, a debatir sin destruir, a criticar sin deshumanizar. Los líderes, sean deportivos o políticos, están llamados a ser criticados, pero esa crítica debe estar basada en hechos y argumentos, no en insultos o violencia. De lo contrario, estaremos perpetuando un ciclo de destrucción que solo beneficiará a los totalitarismos, aquellos que son el opuesto exacto de la libertad que tanto defendemos.
Es hora de dejar de ser barras bravas de la política y del deporte, y comenzar a ser ciudadanos críticos, responsables y tolerantes. Solo así podremos construir una sociedad verdaderamente democrática y libre
¿Son los Uribistas Iletrados?
Esta pregunta me la plantea un gran amigo, a quien respeto mucho, en relación con una afirmación realizada por el caricaturista Matador. Según él, el “uribista no lee”. Esta declaración, además de ser generalizante, se suma a una tendencia preocupante: ahora hay quienes también consideran que ser moderado es sinónimo de ser iletrado. Para responder a esta afirmación, propongo el siguiente ejercicio.
La Real Academia Española define “iletrado” como adjetivo equivalente a “analfabeto”, con dos acepciones: 1) que no sabe leer ni escribir, y 2) ignorante, sin cultura o profano en alguna disciplina. Si partimos de esa definición, la afirmación de Matador resulta problemática y reduccionista. Señalar que un sector del espectro ideológico colombiano no lee ignora los datos generales sobre hábitos de lectura en el país.
Según la Encuesta Nacional de Lectura del DANE, los colombianos leen en promedio 5,1 libros al año (dato que incluye a personas mayores de cinco años). Es decir, si tomamos literalmente la afirmación de Matador, solo una parte ideológica del país estaría representada en estas estadísticas, mientras que el resto, al parecer, “no lee”. Esta interpretación no solo es ilógica, sino que también invisibiliza la diversidad sociocultural y educativa del país.
Otro dato relevante lo proporciona una publicación del portal Las2Orillas, que, con base en cifras de la Cámara Colombiana del Libro (2019), indica que el promedio real de lectura es de aproximadamente 2,7 libros al año por persona. A esto se suma que, según la misma encuesta, al 28,3 % de los colombianos no les gusta leer. Si siguiéramos la lógica de Matador, tendríamos que concluir que ese 28 % son uribistas, lo cual carece de toda base empírica y reproduce estereotipos infundados.
Además, el Latinobarómetro 2018 arroja información interesante sobre la confianza en las instituciones en Colombia. La Iglesia ocupa el primer lugar con un 63 %, seguida por las Fuerzas Armadas (44 %), la Policía (35 %), la Registraduría (28 %), el poder judicial (24 %), el Gobierno (22 %), el Congreso (21 %) y los partidos políticos (13 %). Aunque la confianza en la Iglesia ha disminuido diez puntos en cinco años (del 73 % en 2013 al 63 % en 2018), sigue siendo la institución en la que más confían los colombianos.
Si aplicáramos la “teoría” de que quienes creen en Dios o confían en la Iglesia no leen, eso nos llevaría a asumir que el 63 % de los colombianos son iletrados. Y si continuamos con esa lógica, también habría que concluir que ese 63 % son uribistas. ¿Es eso correcto? Veamos los resultados de la segunda vuelta presidencial: Iván Duque obtuvo el 53,98 % de los votos frente al 41,80 % de Gustavo Petro. Sin embargo, la abstención fue del 48 %, lo que invalida cualquier correlación simple entre votación y características ideológicas o culturales.
Lo que sí puedo afirmar con claridad es que la reflexión de Carlos Gaviria Díaz sigue vigente. Él decía: “La tarea de la universidad es formar buenos ciudadanos, es decir, formar personas para la convivencia, y formar personas para la convivencia es educar en la democracia.” Agregaba también que en Colombia no tenemos contradictores, sino enemigos. Quien no piensa como yo, se convierte en mi enemigo. Esa actitud, según Gaviria, es fascismo.
Etiquetar al otro como “iletrado” o “mamerto” no es solo una falta de respeto, sino un acto violento. Las ofensas lo son, vengan de donde vengan. Si queremos construir una sociedad pluralista e inclusiva, tenemos que aprender a respetar la diferencia, a tolerar y a aceptar a quienes piensan distinto. En palabras de Alfred North Whitehead: “No hay verdades absolutas; todas las verdades son medias verdades. El mal surge de quererlas tratar como verdades absolutas.”
Quiero cerrar con otra reflexión de Carlos Gaviria: “Hay que disentir, siendo esto la capacidad de ser autónomo, que es la capacidad de argumentar por qué mi posición es mejor que la suya.” No se trata de imponer “la verdad”, sino de sostener con razones una postura. Imponer verdades es un acto de violencia. Y no existe justificación válida para ningún tipo de violencia. Disentir y debatir son pilares de una democracia. Pensar diferente no nos hace enemigos. Nos hace posibles constructores de una mejor Colombia, pluralista y democrática, fundada en el respeto y el consenso.
El experimento
Familiares y amigos
(parafraseando a Ismael Serrano), hace ya varios días decidí hacer un
experimento social, me dediqué a publicar mis opiniones sobre estados y
mensajes en varias de mis redes sociales, especialmente aquellos que considero
que publican mensajes polarizantes. Particularmente aquellos que desde mi óptica
tienen problemas de evidencia empírica o discursiva y por no menos conceptual.
Quedo en evidencia algo de lo que he estado estudiando para poder escribir: la incoherencia.
Tomo como base en ensayo de Isahia Berlín especialmente la frase atribuida al
poeta griego Arquíloco que dice «Mientras que el zorro sabe de muchas cosas, el
erizo sabe mucho de una sola cosa», lo anterior para categorizar que existen
dos tipos de personas en el mundo. Este ensayo fue analizado magistralmente por
John David Lewis, en su texto grandes estrategias para indicar que la primera
característica de los grandes estrategas de la historia fue el carácter. Indica
el autor que el verdadero estratega es aquel que maneja la dualidad de los
conceptos y además sabe cuándo ser erizo y cuando ser zorro, para los que no
han leído el ensayo se erizo es ser de posiciones duras inflexible, mientras
zorro es ser adaptativo flexible. Recomiendo mucho esta lectura. Volviendo al
campo de mi experimento social y analizando las distintas intervenciones de los
interlocutores noté que no aceptan estar equivocados y justifican sus
posiciones con varias falacias argumentativas, es mas en su afán de parecer
coherentes se cierran a la banda para defender posturas y no contrariar lo que
ellos consideran políticamente correcto. Justificar comportamientos violentos,
otros sectarios y dogmáticos con fundamento en luchas sociales y, pero
descalificar las otras formas violentas solo tiene una palabra incoherencia.
Etiquetarme cómo es que tienes un espíritu paraquito porque vote el blanco o
eres castrochavista porque apoye el proceso de paz o un mariguano porque apoyo
la legalización de la droga es también una forma de violencia. Alguna vez leí
un artículo de J M Santos titulado es un idiota quien no cambia de opinión, escuchar
los argumentos de la otra persona por lo menos puede generarte duda respeto de
tu posición puede ser una forma de mantener la cordura y evitar los dogmas.
Desde hace muchos los he considerado que la policía debe salir del min defensa,
escuchar al presidente que la razón de ser de su traslado a ese ministerio es
que cuando la policía estuvo en el ministerio del interior estaba politizada,
realmente me puso a pensar y a recordar las lecturas sobre la violencia
policial y la guerra entre el ejército (conservador) y la policía (liberal) en
los momentos de la guerra partidista de la primera mitad del siglo XX.
Sinceramente es algo que me preocupa que tengamos una policía en un ministerio
eminentemente político y que esa no debe ser la solución. Tal vez pensar un
estado federal y una policía departamental sin embargo aun así me da cierto
temor pensar que un gobernador como Kiko Gómez tenga un cuerpo armado
institucional con autorización legal del uso de la fuerza. Eso debe pensarse
muy bien para que el remedio no salga peor que la enfermedad. Estar abierto al
conocimiento, pensar de manera crítica y saber escuchar al prójimo puede
generar paz y tranquilidad. Pensar que tengo la razón porque la mayoría piensa
como yo puede volverse peligrosa pues si la mayoría volviera a pensar que el
homosexualismo es una enfermedad retrocederíamos como sociedad. Cómo tampoco
ser minoría que está judicialmente protegida tampoco me atribuye la capacidad
imponer verdades y además formas de pensar. De ser así creo que estaríamos muy
cerca de la policía del pensamiento de Orwell, y esa policía sea de derecha
izquierda o progresista me da pavor. En conclusión, quitar monumentos de forma
violenta considero no tiene ninguna justificación, hacer juicios atemporales de
hechos ocurridos hace 500 años con fines políticos fuera que no tiene lógica,
es sucio su uso político electoral buscando generar indignación y enemigos que
no existen. De mi experimento solo puedo decir que como no tenemos la capacidad
de cambiar de opinión sino una sociedad de idiotas.
Los Hipérbolos
La ostraka fue una costumbre griega nacida en el seno de la democracia, en donde el castigo violento ya no cuadraba con el nuevo y civilizado modelo de gobierno. Con ella se buscaba castigar con el destierro a aquellas personas que no encajan en su cultura y que eran dañinas al sistema que buscaba la gloria del pueblo griego.
Esta práctica consistía en que cada año para las fiestas todos los ciudadanos votaban a través de un ostrakon (lámina de cerámica) escribiendo el nombre de la persona que debía ser desterrada. Por más de cien años la práctica se llevó a cabo sin ningún problema, sin embargo, en el 417 AC, un hombre molestoso para la comunidad de nombre Hipérbolo fue el más votado en la ostraka. El problema fue que nuestro personaje era un payaso o bufón que hacía molestas bromas y luego del destierro los griegos se arrepintieron de haberle aplicado la ostraka y esto llevó a la desaparición de esta práctica.
Hace unos años estuvo en la agenda de la opinión pública un evento de proporciones “catastróficas”, un autodenominado influenciador se le ocurrió la genial idea de coger jabones y cubrirlos con chocolate y dárselos a probar a los unos ancianos con un engaño de iniciativa económica, grabar todo el proceso y subirlo a redes sociales.
Varios usuarios de las diferentes redes sociales hicieron uso de la ostraka virtual y denunciaron la cuenta por publicación de contenidos ofensivos. El jovencito ante esto reacciona abriendo otra cuenta manifestando que se hará cargo de todo.
Hace unos años otra autodenominada influenciadora en su infinita sapiencia, se le dio por destruir las instalaciones del sistema de transporte masivo de Bogotá, cuando se percató de las consecuencias de sus actos la llevarían a la cárcel corrió a esconderse detrás de unas sábanas, y aún en ese momento iluminada en los soles de faruk se grabó pidiendo perdón y solicitando a sus seguidores como buena diomedista que no la desampararan.
Hace unos años, veíamos en televisión el personaje del Inspector Rodríguez en donde un abusadorcito no quería “respetarlo”. Hoy escuchamos a “Botaste el chupo” y nos reímos de que una persona saque quicio a otra y al final le diga “tranquilo” fue solo una broma.
En la actualidad en las redes sociales abundan los personajes que apunta de acciones ridículas o payasadas buscan ganar likes y seguidores, pues por un lado es una actividad económica y por el otro hay quienes buscan tener aceptación social y subir su autoestima. Estas acciones han generado diversas consecuencias, muertes por selfis, problemas de interacción social real y problemas muy serios como la depresión y el suicidio.
Publicar en redes sociales hace parte del derecho a la libertad de expresión, en ese sentido las publicaciones que realizamos se entenderían protegidas constitucionalmente, sin embargo, hay otro problema aún mayor y son las actividades de usuarios que tienen la intención de dañar a otras personas, Ex parejas publicando videos íntimos, videos o información con contenido falso y ahora bromas que ya atentan contra la salud de otras personas deben generar un rechazo unánime para que estas conductas desaparezcan y también con ellos los Nuevos CiberHipérbolos que apunta de bufonadas quieren ganar reconocimiento.
Esperemos que no suceda lo mismo que le sucedió a Hipérbolo que por ser un payaso los griegos resintieron de haberle aplicado la antigua costumbre. No sea que mandemos el mensaje equivocado perdonando comportamientos imperdonables y ya después extrañemos la ostraka.
Cartagena soy yo
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