jueves, 16 de enero de 2025

¿Son los Uribistas Iletrados?

Esta pregunta me la plantea un gran amigo, a quien respeto mucho, en relación con una afirmación realizada por el caricaturista Matador. Según él, el “uribista no lee”. Esta declaración, además de ser generalizante, se suma a una tendencia preocupante: ahora hay quienes también consideran que ser moderado es sinónimo de ser iletrado. Para responder a esta afirmación, propongo el siguiente ejercicio.


La Real Academia Española define “iletrado” como adjetivo equivalente a “analfabeto”, con dos acepciones: 1) que no sabe leer ni escribir, y 2) ignorante, sin cultura o profano en alguna disciplina. Si partimos de esa definición, la afirmación de Matador resulta problemática y reduccionista. Señalar que un sector del espectro ideológico colombiano no lee ignora los datos generales sobre hábitos de lectura en el país.


Según la Encuesta Nacional de Lectura del DANE, los colombianos leen en promedio 5,1 libros al año (dato que incluye a personas mayores de cinco años). Es decir, si tomamos literalmente la afirmación de Matador, solo una parte ideológica del país estaría representada en estas estadísticas, mientras que el resto, al parecer, “no lee”. Esta interpretación no solo es ilógica, sino que también invisibiliza la diversidad sociocultural y educativa del país.


Otro dato relevante lo proporciona una publicación del portal Las2Orillas, que, con base en cifras de la Cámara Colombiana del Libro (2019), indica que el promedio real de lectura es de aproximadamente 2,7 libros al año por persona. A esto se suma que, según la misma encuesta, al 28,3 % de los colombianos no les gusta leer. Si siguiéramos la lógica de Matador, tendríamos que concluir que ese 28 % son uribistas, lo cual carece de toda base empírica y reproduce estereotipos infundados.


Además, el Latinobarómetro 2018 arroja información interesante sobre la confianza en las instituciones en Colombia. La Iglesia ocupa el primer lugar con un 63 %, seguida por las Fuerzas Armadas (44 %), la Policía (35 %), la Registraduría (28 %), el poder judicial (24 %), el Gobierno (22 %), el Congreso (21 %) y los partidos políticos (13 %). Aunque la confianza en la Iglesia ha disminuido diez puntos en cinco años (del 73 % en 2013 al 63 % en 2018), sigue siendo la institución en la que más confían los colombianos.


Si aplicáramos la “teoría” de que quienes creen en Dios o confían en la Iglesia no leen, eso nos llevaría a asumir que el 63 % de los colombianos son iletrados. Y si continuamos con esa lógica, también habría que concluir que ese 63 % son uribistas. ¿Es eso correcto? Veamos los resultados de la segunda vuelta presidencial: Iván Duque obtuvo el 53,98 % de los votos frente al 41,80 % de Gustavo Petro. Sin embargo, la abstención fue del 48 %, lo que invalida cualquier correlación simple entre votación y características ideológicas o culturales.


Lo que sí puedo afirmar con claridad es que la reflexión de Carlos Gaviria Díaz sigue vigente. Él decía: “La tarea de la universidad es formar buenos ciudadanos, es decir, formar personas para la convivencia, y formar personas para la convivencia es educar en la democracia.” Agregaba también que en Colombia no tenemos contradictores, sino enemigos. Quien no piensa como yo, se convierte en mi enemigo. Esa actitud, según Gaviria, es fascismo.


Etiquetar al otro como “iletrado” o “mamerto” no es solo una falta de respeto, sino un acto violento. Las ofensas lo son, vengan de donde vengan. Si queremos construir una sociedad pluralista e inclusiva, tenemos que aprender a respetar la diferencia, a tolerar y a aceptar a quienes piensan distinto. En palabras de Alfred North Whitehead: “No hay verdades absolutas; todas las verdades son medias verdades. El mal surge de quererlas tratar como verdades absolutas.”


Quiero cerrar con otra reflexión de Carlos Gaviria: “Hay que disentir, siendo esto la capacidad de ser autónomo, que es la capacidad de argumentar por qué mi posición es mejor que la suya.” No se trata de imponer “la verdad”, sino de sostener con razones una postura. Imponer verdades es un acto de violencia. Y no existe justificación válida para ningún tipo de violencia. Disentir y debatir son pilares de una democracia. Pensar diferente no nos hace enemigos. Nos hace posibles constructores de una mejor Colombia, pluralista y democrática, fundada en el respeto y el consenso.


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